EN CASABLANCA
ENRAIZADO
.
Texto y fotografía: Sacha Sinkovich
.
A pasos de la ruta que une Valparaíso con Santiago, frente a Casablanca, y encaminados hacia Lo Ovalle, se ubica la construcción de una viña que difiere de todo lo tradicional que hemos visto en recintos de este tipo. Quizás el primer aspecto es que la elección del nombre obedece a la condición del edificio, es decir, Bodega, y es éste el concepto que lo envuelve todo.
.
Es un contendor simple y sencillo, con un gesto que envuelve un patio (en semi-claustro) y que está en una instancia intermedia de enterrarse o emerger. En cualquiera de las dos opciones, es un volumen respetuoso de su entorno, en simbiosis con la tierra, y sin embargo dándole la espalda al territorio.
.
La figura del patio sólo se abre hacia el camino que nos trajo, careciendo de fachadas en el perímetro exterior. En el patio encontramos el único recinto que nos resulta “familiar” y con frente de vidrio. Es esa ventana “norteada” la que recibe todo el sol y luz de vida que necesitaremos, ya que por el resto de los recintos deambularemos por la sombra o la penumbra.
.
La decisión de la oscuridad es un aspecto técnico, del requerimiento de la producción del vino. Luego la orientación se propuso considerando el sol y los vientos, afectando igualmente la configuración de techos, aleros y corrientes de aire que se dejan colar por el espesor aireado de la techumbre. Todo lo cual da una estabilidad de temperatura interior, sin incurrir en gastos energéticos superfluos.
.
El proyecto también puede ser entendido como un solo trazo. Es la cinta superior del alero que marca y redibuja toda la figura del volumen, exteriorizando el patio central, siendo el único elemento constructivo que aparece en todas las instancias marginales, ya que frente a la ausencia de fachadas, el perímetro exterior recrea una ladera artificial que nos muestra una especie de montículo (o Cráter con un costado de ladera ausente).
.
Ya en el interior nos recibe un emporio, suerte de recinto de venta atemporal, y en un costado una escalera que guía a la zona soterrada, y con vocación de procesión, trazada por la luz del único ventanal. Es la entrada a la zona donde el aprendizaje se hará con las inclemencias sobre nuestro cuerpo. No es que veamos el proceso de producción del vino, sino que nos hacemos parte de él, así la experiencia se convierte en vivencia. Esto que generalmente pasa en todas las viñas se lleva un paso más allá, planteándose un comedor dentro de la zona de guarda, en un nivel previo desde el cual todo el acopio de recipientes se convierte en un paisaje artificial, al haberse negado el natural a propósito.
.
La única luz interior que veremos es aquella que se cuela, sea a través de un portón de madera con goznes que rechinan, o filtrada por una escalera interior lo más etérea posible, todo con un propósito de sutileza, que no queda sobre-alumbrado con la propuesta de luz artificial.
.
Mientras en el exterior vimos como la techumbre se abría camino por el paisaje, cual planta rastrera que avanza y emerge ocasionalmente, en el interior se produce el hincado de pilares en diagonal tensionando la relación del entierro, otorgando esa imagen de enraizamiento y diálogo con la curvatura de las grandes vasijas de vino.
.
Estamos ante un edificio de vivencia dual, de la uva, y luego del mosto. Por ende también es una especie de tributo. Es entonces cuando entendemos que a pesar de lo simple que es el edificio, se nota que hubo una búsqueda con calma para entender un proceso de vinificación que igualmente requiere un camino largo de recorrer. Acá el diseño está de la mano con el proceso productivo.
.
Sólo queda dejar constancia que esta visita es una grata sorpresa de arquitectura no tradicional y por extensión también para los sentidos. Y como no todo es arquitectura, sugiero la visita con degustación y maridaje y el mejor grupo de amigos.