EN COPENHAGUE
ØRESTAD
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Texto y fotografía: Sacha Sinkovich
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Ørestad está pensada como una ciudad nueva, que responde a los requerimientos de aumento de población, y aprovechando un área de descampado hacia el sur de la ciudad origen.
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Corresponde a una Copenhague más moderna, donde se podrían haber tomado las licencias de todo lo que significa la modernidad, es decir: con edificios altos, sobre densidad y aprovechamiento de líneas de edificación al límite. Sin embargo esta planificación abordó la ciudad nueva con todo lo bueno de su par histórica y su altura mesurada, pero evitó el “acuartelamiento” formal y generó la distancia necesaria para crear parques y poder admirar los edificios a la distancia.
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El ordenamiento tomó un paño, que constituye un trazo armado por una gran avenida de norte a sur, suerte de bulevar, y algo carente de árboles, pero abierto como tal. El eje principal (marcado por el tren urbano) es flanqueado por hileras de edificios, que representan lo más alto, y luego se va diluyendo en altura hacia los costados. Tal como sucede en el resto de la urbe, los elementos de ordenamiento siguen siendo los canales, similar a la Copenhague de origen, pero con la diferencia que acá se constituyeron circuitos más ortogonales a la par de las avenidas, y trazados más circulares o libres en la zona de mayor esparcimiento y tránsito peatonal de trayectos cortos.
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Son dos los polos que crean este decidido trazo urbano: mientras Ørestad Norte, bulle como nuevo centro cultural y universitario (más próxima a la capital danesa) Ørestad Sur, está en el límite del campo y la periferia, diluyéndose gradualmente a dicha extensión. En la otra dirección (oriente-poniente) está la autopista que atraviesa por una fisura, hundiendo el ruido de la velocidad, y por ende no participa (aparentemente) ni afecta el ritmo de la ciudad.
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Más en detalle, es interesante notar como la planificación consideró una rasante que se va diluyendo hacia el descampado, franja inicial (o final) donde los edificios desaparecen para dar paso a una conjunto de viviendas de hasta dos niveles, activando una zona que podría haber sido marginal pero que al convertirse en fachada (y no espalda), se reactiva con el tránsito peatonal y ciclista, mientras que el ferrocarril en altura resulta un mirador por lo alto, a cuyos pies se construye la sombra y el reflejo como un surco de agua.
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Cuando vemos este desarrollo urbano caemos en la siguiente contradicción: la ciudad no es homogénea, pero sin embargo debemos entregarle espacios de esparcimiento (parques, plazas, juegos) en forma pareja, para desahogar a escala de barrio, y no a escala de ciudad. Una buena ciudad es aquella que no se salta ningún tamaño, desde el individual, pasando por el barrial hasta llegar al macro urbano. Y para eso hay que mirar el origen, y hacerlo presente, sin que se convierta en la postal artificial del mañana. Esto da la idea de que la ciudad es una sucesión de pueblos o barrios, sin que la gran escala se coma a la ciudad.
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Podemos estar o no de acuerdo, con el resultado de las formas particulares de las edificaciones, pero mientras las reglas del “tablero” estén claras, el juego no nos deparará mayores sorpresas, y extrañamente sus reglas otorgarán la ganancia a todos.
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También podemos “descubrir” que acá hay una ley básica: a mayor altura de edificación, mayor el espacio libre que se debe generar a nivel de suelo, y a menor altura, mayor densidad. Esto que es simple a primera vista, no es una opción, sino que una declaración de principios de cómo deben hacerse las ciudades, y por ende una lección. No podemos pretender que nuestras ciudades sean “respirables” si en el mismo terreno donde antes había casas, hoy hay edificios en altura, a lo que se suma la no modificación de los anchos de calles y avenidas, y el carente crecimiento de áreas de esparcimiento.
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Esta área nueva está conectada principalmente por el metro, no está pensada como una ciudad dormitorio, sino como auto-suficiente: con trabajo, vivienda, esparcimiento, y con el polo educacional y cultural donde vivirá una población estudiantil universitaria. Ørestad, como desarrollo alternativo de la ciudad de Copenhague, resulta una de las experiencias más innovadoras y respetuosas del pasado a la vez, en un equilibrio que la hace única y con el aprendizaje de que esto es a lo que debiéramos apuntar cuando mencionamos calidad de vida en nuestras ciudades.