DESDE OSLO
CELEBRAR EL CRECIMIENTO
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Texto y fotografía: Sacha Sinkovich
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La capital noruega, se abrió al desafío de la transformación y el crecimiento. Una reapertura del borde del mar para uso ciudadano en paralelismo a la presencia constante del puerto. Tal como muchas ciudades puerto, acá la transformación surge de la posibilidad de darle más a la ciudad en restricción del puerto, y valorando el mar.
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Así el primer modo de modificación fue quitándole un pedazo al mar. Allí donde el puerto se retiró, se produjo una opción de crecimiento. Es una modalidad de refundación de la ciudad pero en el borde. Es una instancia donde choca el mar y la tierra. De ese encuentro surgió la premisa del proyecto, donde todo queda incierto, con suelos cuyos límites varían como las mareas, y horizontes perdidos porque el suelo tampoco está siempre abajo.
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Así el nuevo suelo se pliega y se levanta en pendiente, generando un zócalo con circulaciones laberínticas en su parte inferior, que luego surgen en el foyer donde se hace alto, y presente, para descubrir las galerías de circulación y espera al evento operático. El edificio no sólo se conecta con el mar inmediato, sino que se convierte en podio y mirador de la ciudad, aquella que generalmente ven sólo los embarcados en alta mar. Resulta interesante que la solución adoptada no fue la de muelle internándose en el mar, sino la de un nuevo suelo que dialoga con él, hasta lograr su transformación.
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Cada vez que una ciudad crece o muta, debiera preocuparse de crear espacios de reunión, simplemente porque se requiere una pausa, y porque la ciudad merece dignificarse.
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Hagamos un paralelismo de la ciudad con nuestras experiencias: crecer puede ser un asunto trivial, pero todas las culturas marcan, y hacen la pausa en las vidas personales cuando pasan cierto umbral y lo declaran con ceremonias. Así las ciudades también crecen, y deben declarar esas instancias de crecimiento, en celebración.
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Muchas ciudades están creciendo mal, tanto por olvidar el rito festivo, como por la dignidad de dicha instancia. Celebrar no significa sólo festejar, sino que también regalar, y es por ello cuando la ciudad crece se le debe dar un espacio, como un recuerdo, y no un olvido. Ya le hemos quitado demasiado a nuestras ciudades, y es momento de comenzar a devolverles lo quitado.
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Ya lo sabía Valparaíso al crecer sobre el mar, ya sabe Viña lo que pierde al crecer sobre la pérdida de sus cerros, sus bosques, sus quebradas verdes. No es que no se deba crecer, pero sepamos cómo hacerlo, simplemente porque en algún momento no se podrá más.
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Entonces, ¿cuál es la ciudad qué queremos?, ¿cuál es el legado?. De momento me quedo con esta postal de una refundación con futuro para Oslo.